Es tan grande la congoja
de la llama que atraviesa
simplemente el corazón
que me siento esta aurora
como vagabundo que extrapola
su existencia por la pasión
ante una montaña roja
en una primavera diversa
mientras brota una flor
con su sonrisa espesa.
Dolor que llama al dolor
justo clama su pureza
esta valle de inocencia
en medio de la naturaleza
festejando la luz del Sol.
Y en este cambio de clima,
en este cambio climático,
de llanto y desconsuelo,
me arrimo cada vez más al cielo
desde lo alto de una cima
para responder a lo trágico
que en la nube se avecina
y esperar del hombre sabio
derrote la necedad que impera
en los políticos de turno
haciendo simples solitarios
sin advertir el grito humano,
el llanto que desgarra el planeta
entre lluvias... Rostros y manos
esbozando una mueca
que llega a la muerte... y al gusano.
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