Me sucede cuando sueño,
en el embrujo de las gentes
tengo presente el momento
en que de la caricia paso al beso,
y a deshora la aurora
columpia mi sombra al Sol.
Dibujé un mar sereno
en la pizarra del cielo,
con estrellas y nebulosas,
acaricié a la más hermosa
sirena que me aturdía
y confundí su secreto
en el umbral de la duda.
Crezco por ti y para ti
de las cavernas pasadas;
tu flor en primavera
lo es todo a mi mirada
y deposito un poema
en esta mar salada
que sirva de refugio...
De santuario a las hadas.
Y llego a ese cuento
que de niño se reclama
a la inocencia del alma,
a la quietud del sueño.
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