Conozco la lluvia
en el apogeo de la noche,
sus cálidas gotas
cayendo por las mejillas,
acariciando el rostro
y trayendo alegría
al aspaviento de una calle
oscura y sencilla en la ciudad.
Porque las gentes son presas
de la codicia, del momento
más ingrato huyendo de los gestos
humildes que las haga más humanas.
Es en la avaricia del fuerte
donde se derrama el líquido
acuoso en forma de lágrima,
es en el caos del llanto
donde se desprende toda magia
de quien humilla al extraño;
y no hay vuelta atrás,
conozco la lluvia de tus ojos
hipócritas buscando el daño,
buscando el mal en otros hombres.
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