Díme cómo surge el sonido
cuando río
en el campo,
cauce en el rostro
suave y sombrío,
blanco,
tras desaparecer el llanto.
Soy prisionero de la vida,
e incluso
cuando me miras
soy cautivo de tu misterio;
pero no solo son tus ojos,
también las caricias amigas
las que me llevan
a doblar las rodillas
para darme impulso
tras el silencio.
E imagino
la maravilla
de esos pequeños pechos
hechos de espera
al anuncio de otra primavera
en el refugio de nuestro encuentro.
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