Subo a la nube,
regreso al suelo
cuando el viento
me sacude,
entro en el bosque,
en la noche oscura
y advierto el perfume
de una lamia
desnuda,
mojada por las aguas claras
de un riachuelo;
en su soledad breve
asume
su condición de dama
que entre cantos muda
la palabra
y acude
a acariciar mi rostro
de hombre
bajo la sonrisa de una llama.
Criatura agridulce
muéstrame el tesoro
que escondes
en la fronda de los helechos,
muéstrame tu existencia
sin reflejos,
dame de comer dulces y fresas,
que acontezca el fulgor
de la leyenda,
que te conviertas en una princesa.
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