Podría salir a buscarte
esta aurora de mudanza
hasta la calle de siempre,
emitir un sonido ausente
y regalarte la rosa
que prometí una tarde
de entusiasmo y espera,
pero no... No calmes
mis dudas
con palabras hirientes,
no rompas la pausa
del reloj en su silencio,
déjame que componga
la hora
minuto a minuto
hasta el próximo encuentro;
que me devora ahora
la ansiedad del recuerdo,
de la caricia de tu pelo
escapando entre mis manos.
Me permites seguir andando
el recorrido de la memoria
mientras añoro el pasado...
Pero por favor... Ante todo
no me olvides...
No me hagas daño.
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