Yo no robé al jilguero
el alpiste para su alimento,
no confundí el cielo
por un fajo de dinero,
aunque a fuerzas de ser sincero
sucumbí al pecado hermoso
una tarde de alegre gozo
en la habitación del misterio.
Acaso no me arrepiento
si en toda burla está el sueño
para decir que te quise
tras un umbral de mil matices
en la plenitud de aquel vuelo
bajo la tormenta más triste
deambulando para mi desconsuelo.
Te quiero hoy como antes
lejos de caricias errantes
que disimulan en el orgullo
la magia del vivo amante
emergiendo ante el arrullo
de una canción delirante.
Así es la vida...
Y siempre tuyo.
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