Me sumerjo en aguas claras,
me bautizo con una diadema,
y tú, en tu hermosura, me das pena,
sirena mía del alma.
Por el embrujo con que miras
temo el qué dirá tu palabra
y me corrijo en la ternura
trayendo en silencio la calma.
Cada vez que despierta el alba
atrapo la voz en tu canción
mientras desnudas te peinas
ante la presencia del Sol.
Y te tengo por alegre
criatura de ojos negros,
te tengo en la caricia,
en el origen del sueño.
Tanta beldad, tanta hermosura
alienta mi deseo de verte
en el remanso de un río,
entre las aguas de una fuente.
Porque sin duda tú eres
parte de mi fantasía,
pero mi imaginación ignora
que eres parte de mi vida.
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