Mereces de la rosa
el color verde del sépalo
en tus mejillas encendidas
a una luz de grato sabor
mientras despiertas a la vida
descubriendo aún desnuda
el dolor amargo de una flor.
Es tan oscura la herida
que todavía asombra
a la sombra de tu juventud
entretenida en el orgullo
la hermosura del rostro
pidiendo paso a la caricia:
De tus cabellos mis dedos
hacen rizos negros
con deseo a lo absoluto
que implica un nuevo juego
envuelto en el misterio
de nuestros cuerpos desnudos.
Y te regalo la rosa
cuando dos corazones palpitan,
contentos, en la alegre cita
donde los labios sedientos
plasman un beso tierno
y nuestro amor resucita.
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