Vuelvo a las raíces,
al juego entre las calles,
a perderme en las montañas,
a respirar el mismo aire
que en la infancia me acompañara.
Y recorro los paseos,
refugio de tantos sueños
que hoy despiertan al deseo
del hombre leve y pequeño;
voy con la sonrisa puesta
enamorado de los recuerdos
mientras subo la suave cuesta
que me lleva al misterio.
Salvatierra,
cuánto te quiero,
cómo te veo hermosa,
me pareces el hogar de una diosa
desterrando la flor del silencio:
qué grato brota el eco
cada mañana en la roca...
¿Quieres que te diga ahora:
cómo de humildes velos
emerge tu caricia desde el suelo
y las palabras en la aurora?
Se hacen bellas en mi boca.
Salvatierra,
Agurain en euskera.
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