En el silencio del lago
te descubrí en la magia
de tenerte aún a mi lado,
y respondí a la sonrisa
del amanecer cotidiano;
en el silencio del lago
se fueron entonces las caricias
acostumbradas al enojo,
se revirtió la historia,
y se unieron nuestras manos
hasta resplandecer la memoria
en el silencio del lago...
Que te tengo por princesa
a pesar de los años,
por sirena que alumbra
las islas de un ermitaño,
y se refugia en la duda
de los tiempos mejor hallados.
Aún quiero tu alegría
dispuesta a ser tesoro,
aún quiero tus ojos radiantes
a la luz del preciado oro;
aún quiero la maravilla
del más bruto de los diamantes
porque es a ti
a quien
todavía adoro.
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