Éramos dos muchachos
descubriendo el misterio secreto
de las palabras
en un poema;
nos habíamos propuesto el reto
de sonsacar de él
lo más bello
y el amor fue lo primero
que encontró nuestras mentes tiernas;
teníamos carencia al verso
y como quien vacía
de vino una botella
fuimos a emborracharnos de sueños,
allá donde brillan las estrellas.
No fue una ilusión
en el desierto,
un espejismo de poeta muerto,
sino la carambola del destino
que nos llevó a descubrir trinos
donde parecen ser frases hechas;
la armonía en tal destreza
fabuló en nuestro pensar
sencillo,
en ese rincón de fantasía
para desnudar los cuerpos frescos
en un alarde
de vida
justo prevalece el brillo
de nuestros ojos menudos
en cada chispa de maravilla
ante el poema y su existencia.
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