Cuando el cauce grita
herido de miedos
y angustia,
bajo los párpados al llanto
hasta evaporar
las lágrimas
en ese vaho de espanto
que percute en el alma.
Cuando el río abandona
su esperanza
en el tramo
deseo que vuelva la calma
y me corrijo de persona
para bien
de la verde flora
entre las orillas claras.
Quiero que llegues al mar,
plácido y complaciente,
pequeño afluente del Ebro;
que llegues
con magia cristalina
al reposo donde las aguas
son el tesoro de la vida,
inmaculada,
pura
y sencilla
para que los huéspedes sonrían.
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