Soterrada la angustia
aún vive en mi la pesadilla
del mundo éste hundido
en un barrizal de miseria.
He aquí... Todavía confundo
el declive de la esclavitud
con el apogeo de la primavera,
y tengo en qué pensar
cuando me surge la duda
un momento de desconcierto
en ese tramo de locura.
Que venga la brisa
para acariciar el rostro,
la frente en el suspiro,
el contorno de los ojos
y deposite la mirada al viento
cuando me embargue la prisa
en el remolino del otro.
Aún tengo fuerzas en la vida
para reclamar ese pedazo
de ternura... Y exclamar
voz en grito al mundo:
¡Por qué no sanar la herida
y fundirnos en un lazo
lejos del odio y la maldad?.
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