Vives presente en el fraude,
la confianza del amigo
se evapora en el tiempo
y dibujas una sonrisa
en tu rostro de tramposo
para deleite de los dioses
que destapan tus secretos.
Te llamas hombre de bien...
A quién más vas a embaucar
con esas mentiras torpes
arrastradas por el viento;
conforme surge la prisa
vas cayendo en la derrota
y sólo quedan los adioses,
las despedidas amargas
y abrir nuevos retos...
En tu caso la cárcel...
¡Oh, cruel sorpresa!
Era tan volátil el dinero,
iba tanto de mano en mano
que nos hacia inhumanos
pisando cualquier sendero
hasta llevarnos al engaño...
Y el tuyo no fue el primero
sin importarte el daño.
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