Pude subir la rampa
de los pobres esclavos,
desaté atadura de manos
sin cometer ningún pecado
del que me hubiera humillado
por la arrogancia de los humanos;
en la sociedad ésta la trampa
y la pesadilla de sueños,
aún en el hombre más pequeño
que espabila sin miramientos
a fuerzas de golpes de conciertos
dando pábulo a las mentiras.
Desperté al primer consejo
sin dejar de preguntar:
¿Dónde está el Cielo?
En tu cabeza, me decían...
en la mirada infantil y tierna.
Ya se velará con el tiempo,
antes que llegue la primavera
a emborronar los recuerdos
y convertirlos en caricias
justo el borde de las mejillas
enrojecen con el viento...
No tengo ningún secreto
que ignores de la vida,
pero me quedo
con la luz prendida.
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