Envuelto en la piel,
en el abrazo de la serpiente
se enmaraña el cuerpo
cual asido al hombre muerto
que ahoga sus entrañas
al amargo sabor de la hiel.
Y mira que dispuse rato
de enlazar los sentimientos
para suplicar al viento
una luz justo a la sombra,
una candela blonda
donde sumerger lo ingrato
del amor en la derrota,
y recrear un rosario
de perlas y flores rotas
al arbitrio de lo divino
cuando humano el sino
se pierde por una mujer.
Soy esclavo del destino,
suplico compasión y lloro
en el margen de la vida,
ansío como mayor tesoro
tener la ruta encendida
y derrotar al trueno...
Vencer la herida.
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