Esperas un manto fino
que te arrope de males,
florecer como una rosa
en un jardín de viento suave
elevando los colores
sonrojados de tus mejillas
al abrigo de cualquier calle
que pronuncie tu nombre
en un grito otrora extraño.
Esperas de la vida alegría
y no el llanto en las pupilas,
esperas amanecer al entusiasmo
de una ventana que se abre
al insignificante detalle
del verso enamorado.
Porque lo tienes todo
y en tu espacio vital
no hay silencios sino rayos
que invitan a la palabra,
a ser proclive a la vida,
al paseo cotidiano
que cierra las heridas
producidas por el caminar
de la existencia coronada
entre las olas del mar
y las criaturas divinas.
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