Te permito el silencio
para que digas con la mirada
el sabor del verso,
el gesto hecho morada
en tus pupilas de ensueño,
en tus dedos de escarcha...
Y sonrías ante la promesa
de quien sucumbe a las caricias
en esta noche esmeralda
donde la luna llena y mansa
nos devuelve a los orígenes,
al rincón vivo del alma.
Todavía creo en el sueño,
en el sueño divino, en su magia,
porque te siento segura
dibujando esperanzas blancas,
y siento el espíritu libre
desde la nube que nos contempla...
Te permito el silencio
aquí, ahora, en esta cumbre,
ante la luz y su sombra
de quienes somos pasajeros
en un viaje hacia el cielo
sin más bagaje que el nuevo cuerpo.
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