Pretendes despertar al arrullo,
a la caricia de unos labios
que besan tu frente blanca;
un deseo entre tanta promesa
abierta a la ternura de los dedos;
espacio es lo que necesitas
para habilitar al sueño
y corregir en un todo la mentira
de quien cree en los sentidos
para favorecer la vida.
Tienes de mujer el entusiasmo
de la noche primeriza,
cuando la palabra era certera
en el umbral de una risa,
y creías al primer hombre
con voz entrañable en la delicia.
Ahora que las arrugas brotan
y los cabellos engañan a la nieve,
el único hombre al que amaste
sigue contigo cual niño
que en la fatiga se muere,
pero la alegría sigue en ti,
apartaste de tus ojos la tristeza
y te enfrentaste al Altzeimer
con el coraje de quien ama su ser.
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