El resplandor del Sol en las laderas
vuelve de andar por los senderos
que te acercan hasta el pueblo
bellos atardeceres de primavera;
son estos recuerdos, de cuando niños
jugábamos con espadas de madera
en los soportales de la Olbea
haciendo amistades entre peleas
y soñábamos en las noches de estrellas
guardando un rincón para el cariño.
Y es que en tus calles medievales
las aventuras eran normales
a ojos infantiles, y sus anhelos
no eran sino volar al cielo
con el menudo equipaje
que dan los siete años... Sin trajes
ni otras ropas de terciopelo.
Miradas curiosas en la espera
del silencio que se evapora
en el mensaje que trae la aurora
a las entrañas de Salvatierra,
un sinfín de mansas osadías
intercaladas de fresca alegría
es como añoro aquellos días.
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