Que no se apague la yesca
del sentir de tus anhelos,
que traiga una primavera
fresca
al refugio recio
del fuego.
Y clame en la hojarasca
los pasos abiertos
al cielo,
una noche de frío y rasca
mantenida en el deseo.
Sea verdad tu promesa
henchida de flores y sueños,
palabra que hoy se pronuncia
más que nunca
en un recreo
cuando hablas y anuncias
las verdades de este pueblo.
Que tienes entre luces
sombras
persiguiendo por las esquinas
el fulgor de los encuentros,
mientras creces
en humo y ruinas
lejos de cualquier tormento
que en tornado se avecina.
Que no se apague la yesca
buscando entre prisas nombres,
llegue el color que resta
a la blancura de los hombres.
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