No hay camino,
sólo
un muro
que detiene en el hambre
mis pasos,
voy derecho al fracaso
una noche...
próximo el ocaso.
No hay camino,
ni seguro
para hablar de vida eterna,
ahora,
también me duelen las piernas
cada vez que revuelco
en la hierba
mi cuerpo de mortal
taciturno.
Es al fango
donde van mis huesos;
yo,
que soñaba tanto con las estrellas,
hoy me estrello en fuego y piedras
hasta sentir el frío
de las cavernas.
Y pienso... Me pregunto...
¿Qué ha sido de mi existencia?
Ha pasado como un rayo,
unos dulces,
otros amargos...
Van a morir los años
a la gruta del ermitaño,
ya noto cercana su presencia.
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