Sobre el lecho del romero
suave arrullo de la madre
al hijo
que busca consuelo
ante el capricho de la tarde.
Y sigue en su refugio
sin pronunciar el nombre
de la herida
y del susto;
sin apenas saber del padre
que abandono el reducto,
la morada de terciopelo
por el sendero del gusto
persiguiendo a una mozuela
ataviada de negra
primavera.
Mujer,
que no te atrape
la miseria,
mujer,
que no te humillen
en una cruel condena,
ni te encadenen en la vida,
haz que el sueño brille
bajo esa luz
prendida,
luciendo tu regazo manso
y disfruta con las estrellas,
el niño que hoy alimentas
sea mañana un pedazo
del cielo que os contempla.
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