Escuché en la tormenta
la voz de tu promesa
seguida de un suspiro
suave
la noche de las candelas.
Era una noche de velas
encendidas tras el miedo
de los niños
en la penumbra,
entre fantasmagóricas sombras,
bajo la traición de relámpagos
dejando la lumbre
en el aire
como sonido de cadenas;
absortos todos
ante el espasmo
del dragón echando fuego
cuando aparecía el rayo
en el horizonte del cielo.
Era una noche de miedos
y el eco de tu promesa
fue deseo
que aclaró los ojos del llanto
para definir la vida de tantos
desperdiciada
en el misterio
del fenómeno tras el silencio.
Aclaró,
quedaron pocas nubes,
así fue la primera tormenta
que viví aquella noche
incierta
mientras avanzaba el verano.
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