Encrucijada de caminos
para adivinar el destino
del rastro sobre la sombra,
ese juego del rostro niño
disperso en el viento suave
cuando vuela la alondra.
Tengo el recuerdo claro
de los miedos que a diario
despertaban justo la aurora
amanecía en perla y gloria
para anunciar la victoria
del Sol en el horizonte;
y me decía el Norte:
Osa a ver la vida
con los ojos del solitario
que en la ausencia llora
por contemplar la derrota
de los hombres en el calvario.
Tanta es la lágrima adversa
en este valle de sufrimiento
que no consigo hallar momento
a ver mi alma confesa,
abrirse al soplo del viento
de una estrella perversa.
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