En la claridad de la siega
queda la espiga dolorida
bajo el sol de la mañana,
en la prestancia del grano
arde en llaga la herida
y trasmite pena mi cara
ante el dolor de la mirada
que sucede en las pupilas
sin tener ganas al quebranto
de las normas establecidas.
Voy a sucumbir al llanto
de tanta carencia habida,
ahora, dispuesto a la vida,
marcando distancias en un norte
de arrogancias y sacudidas
justo la miseria espanta
al hombre en presencia
de su sonrisa necia
como pájaros enjaulados
a pesar de su inocencia,
y el corazón palpita
cerca de un odio entre hermanos
hasta llegar a la próxima cita
en el rincón de los abandonados.
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