Rozamos las estrellas
con las punta de la nariz,
vemos en un horizonte gris
el Arco Iris sin ropajes;
denudo entre las calaveras
arrancadas del cruel paisaje
disimulo de la matriz
de una afortunada ramera
que dibuja en sus labios
la sonrisa de la primavera
peo sin hacernos daño...
Y vuelvo al encuentro errante
con la Luna y su diamante
hasta frotar la diadema
del orgullo de una doncella
que apuesta por la ternura
para hacer suya la locura
de este mundo insignificante.
Porque podrás derribar murallas
que dan al extrarradio...
Controlar el poder de los sabios
en este laberinto del destino,
pero la última batalla
la ganarán las putas y las hadas,
pues son las que abren el camino
a ese amanecer divino
que presagio rincón del alma
en ese océano en calma
rodeado por las montañas.
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