Para qué acudir al llanto
cuando se afana la desgracia
por desgarrar la caricia,
la luz en el mismo alma,
y se confunde el pecado
con la palabra que no responde
a los matices del agua
ni al valor de los hombres.
Para qué llorar la noche
en el intervalo del sueño
cuando el aroma es romero,
silencio que no permite
dibujar en el cielo la nube
cuando el cuadro es muerte.
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