miércoles, 11 de septiembre de 2013

MIRÉ LA LUZ EN LA TARDE

Miré la luz en la tarde
de espejos rotos,
observé el horizonte suave
un atardecer desde las montañas,
al oeste tras el mar
donde se recogía el sol
y contemplé las candelas
devorando el cielo,
las pocas nubes de terciopelo
figurando torpes monstruos
que se rompían en estelas
compitiendo entre sí
por un pedazo de caramelo.

Volaban gaviotas blancas
sin esperar el señuelo,
violentas y bravas en sus vuelos.
Volando parecían criaturas
hermosas, para el ojeador
de las cosas divinas
cuando las recreamos bellas:

El mar, siempre el mar,
dispuesto a ser tumba o recreo
mientras acariciamos el deseo
de la luz en las estrellas.

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