Cuando se encienden los ojos
tienes el misterio
hambriento,
la llama de quien deposita
las aguas en un río
sediento.
Pasas de largo a la duda
de una hermosura que te atrae,
vives el tiempo alegre
como mujer de otro tiempo,
logras amor en la distancia,
coronas las tardes de nubes
bajo el manto de tu fragancia,
cuando no bajas
subes
perlas en tu rostro de infanta.
Tienes el futuro abierto
al verdor de los follajes,
caricia que se avecina
entre la tristeza
y el aire:
Muchacha,
abre el corazón
al silencio,
muéstrate... Aún desnuda
en la calle,
déjate llevar
por un haz
travieso,
y dime
por qué escondes
el nombre.
Si naciste del agua
para la ternura,
muchacha de ojos azules,
por qué
renuncias a sentir la vida.
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