Llegaste a esta isla virgen
como quien clama al cielo
por la vida que ha salvado
en medio del enorme desconsuelo;
y te mezclaste con el entorno
mirando siempre al recuerdo
de lo que dejaste atrás:
Se dice: La ciudad de los cuerdos.
Miras en el tiempo, a reojo,
las casa habitadas y sus gentes,
las calles y avenidas
con su tráfico de coches presente,
el sabor añejo de la vida,
y en la lengua el aguardiente,
un pedazo de la derrota
que acaparan siempre los ausentes.
Ta confundiste con la Naturaleza
de la desconocida isla...
Te hiciste una choza primitiva
y saliste adelante en la soledad
del día a día; tu mente cautiva
te hablaba de mejor suerte
cuando sabías que aunque vivas
siempre, cualquier noche,
ronda la muerte.
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