Por fin la libertad,
sendero de la palabra
y de la voluntad errante
lejos de todo miedo
hurgando en el semblante;
y ese rostro de sueños
que ya no arrastra al esclavo
a la montaña de diamantes,
que le lleva tierra adentro
para jugar con el viento
mientras respira con plenitud
esa esencia del buen amante.
Voy a volar como ave,
ver la flora desde el aire
y recorrer su presencia
mismamente junto mi sangre:
Busco en el margen salvaje
toda ausencia de despojo
que destinar a la vida,
al encanto de los ojos
con que mirar el paisaje
engrandeciendo las pupilas
hasta el contorno rojo
de una amapola herida...
No por ello menos querida.
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