Refugio del sátiro aquél
rondando a las mozuelas
para darles de comer miel
por los portales y las aceras
de la vieja capital alavesa
mientras chupaba caramelos.
Las mozas vestían de rosa
y tenían los sentidos
dispuestos a ser vencidos
al brillo de la derrota
cuando le eran fieles
las noches de sus encuentros.
Iba el sátiro con lo puesto
turbando el ambiente al desvelo
del rostro que lo tenía tierno,
y en medio asomaba el sueño
por los besos aún robados
al amparo de los cuerdos.
En sus pasos entregaba el amor,
el diamante y el misterio
de lo que otrora significaba burla,
mueca al devenir del concierto
en el rastro de su secreto
al destierro de cualquier furia.
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