Llevaré la cruz
de los negros cautivos
al altar sin nombre
en la noche oscura;
y responderé al hombre
en el arrebato torcido
de la miseria que esconde
ese halo de vida.
Tendré dispuesto el rostro
a la bofetada cotidiana
para llorar la mañana
en la incertidumbre del hábito,
y despojaré a los mitos
de vestimentas amorfas
para corregir en su desnudez
los atributos de un san benito;
aquí, mientras soy capricho
de verdades a medias
y temo sucumbir al llanto
de los fantasmas malditos
en el devenir de los años.
Sé bien que no soy un poema
aunque me empeñe en el verso
para alcanzar las estrellas
que devoran mis pensamientos.
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