Entro en tu sueño
dormido de empeño
y susto.
Y me digo en el crepúsculo:
¿Acaso no he nacido
para abandonar la miseria?
Y te imagino...
Te creo ser puro
lejos de la pesadilla
que inunda este mundo
infinito de carencias.
Llego de la nada al sueño,
espabilo en tu cara
y te cortejo por dama
que me da de beber de sus mamas
entre el capricho y las ganas
por conocer mi destino...
Sé yo que no es divino,
mientras arrastro la piedra
de los hombres que me condenan
a padecer en esta tierra
por no utilizar la espada
sobre sus cuellos de seda.
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