Envuelta en la verde hierba
semejas un duende del bosque
e inventas la pasión del norte
serena y virgen de colores;
tonos grises en ese rostro
marcado por la arruga joven
sin escatimar bondad a los años,
nueva juventud frente al mar
entre el sueño solitario
de los recuerdos del pasado...
y no comprendo esta noche
de brisa sobre tu cuerpo,
no comprendo la sombra del verano,
cómo estás tan triste
y las lágrimas ocupan tus manos
cual una caricia diáfana
en las postrimerias del pecado.
Sal a la luz de las velas
y canta como una sirena
para engatusar a los hombres
allá donde brilla la estrella
al amparo de ese poema
que es la vida suprema
hasta vaciarte de gozo.
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