Estamos solos,
soledad que lleva
al silencio
de un crujir de huesos
en calaveras extrañas
que llegan a forjar sueños
para maravilla
del viento;
y te cuento en el presente
en que desnudo mi cuerpo
a la caricia
hecha en los dedos
que exploras cada poro secreto,
cada pliegue de ese mapa
en un alarde de pasión
en los sentidos,
y disfrutas,
todavía vivo,
el aroma del movimiento
cerca de cualquier río
que ríe suave
los pensamientos.
Porque alimentas el alma,
la silueta del don travieso
sin escondernos
tras un espejo;
hacemos fácil lo nuevo
en la quietud más extrema
jugando con la luz y el reflejo
de la palabra en este poema
para amanecer luego
cual junco viejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario