Asombro tu rostro de niña
con una caricia despierta
sobre tu mejilla: El beso
dispuesto a ser reflejo
del amor que por ti siento
en la soledad del día.
Encúmbrame a la cima
de yus oscuros ojos,
devuélveme la vida
envuelto en la sonrisa
de tus labios rojos;
hazme el hombre más feliz
que camina entre aceras,
dispénsame de ternura
en la nueva primavera,
y que chupe el caramelo
en las tardes muertas
para gritar al mundo
que me diste el cielo
cuando más lo anhelaba...
y brotaba el espliego.
¿Cuántas noches de insomnio
con tu luz a cuestas?
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