Beso el pétalo de la rosa
envuelto en la niebla blanca,
suave y sedosa estampa
del brillo en la ignorancia
y contemplo esa magia
de la flor y su fragancia
hecha gozo en los sentidos.
Llevo en el corazón una flor
cubierta de savia roja,
cuando me enamoro llora
alegre, mansa y divina
como si fuera una esponja
que en tu rostro desflora
la esencial mirada fina.
Y porque de la rosa
columpio los labios al beso
hallo el rincón del arrullo
con la gracia del murmullo
de una concha en su refugio
esmerada en una playa, sola,
con las caricias de leves olas
despertándola del orgullo
entre la arena y el agua
de este mar... Por siempre tuyo.
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