¿Quién me diría Euskadi
que en las noches te abrirías
al resurgir de los sueños,
al amanecer de los días?
Quién dijera tu nombre
envuelta en el aroma
de las caricias que asoman
dichosas en los corazones.
Abro la ventana al eco,
respondo al enredo breve,
me incrusto en la nube
que figura el horizonte,
y en nada me hago presente
para mostrar el silencio
sumido en el desorden.
Te quiero cuando te olvido
y me olvidas en el hambre,
te quiero en la calma
de la huella que se confunde
en las razones del alma,
en la llama de una lumbre;
cuando vislumbro tu sombra
vivo el rastro de la historia,
el presente en la memoria
y me acostumbro a tu esencia.
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