Suponte que te visto
disfrutar en el pecado
de una noche incierta
cuando se abrían las puertas
sin disponer de candados...
Y obtuviste de una puta
el placer de los hados,
ese regalo aún impuro
que mujer alguna te ha dado,
ofreciendo el rostro inseguro
del hombre derrotado
en el rincón del orgullo.
Fue un momento sublime...
Pero qué es un momento
cuando la vida esgrime
barro en el sufrimiento
y sólo ansias la espera
de que la joven ramera
ofrexca tregua al viento.
Ya no hay hora ni tiempo
que maldecir tras la aurora;
la llama, a fuego lento,
en el pecado te devora
y deseas en este ahora
que el futuro sea desierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario