Plantabas árboles en suelo fértil,
flores de corazón para la Tierra;
un día y otro te vi regar
con el sudor de tu frente
joven
la vereda.
Era febrero
dichoso de tenue nieve
sobre la tierra,
había pájaros buscando cobijo
a ras del aire
notando en el canto la cercana primavera.
Otra más...
De viejas alas
y libre vuelo,
despertando
claro
a hombres y mujeres del sueño.
Encendida claridad
tras el invierno.
Crecía la vida,
el color de los pétalos
siempre grato y amable
se hacía en el manso llano:
y la sonrisa en los labios.
Un resplandor del rostro hermoso
y caro
sumerge el recuerdo del pasado,
emerges diáfana del mar
azul salado.
Un guiño de la palabra tuya
explica el verso,
ni hay espacio ni tiempo para la duda,
es en tus pupilas como yo descubro
el Universo.
Aquí
y
ahora.
Poema sacado de la revista AMILAMIA, Nº 22.
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