Tras pronunciar tu nombre
Alicia... Me queda la caricia
de tus ojos negros
depositada en mis pupilas.
E imagino un mundo
de perfección y de caminos
por donde andar despiertos
contemplando la noche,
por donde andar desnudos
sin más vestimenta que el eco
desde lo profundo del valle
esparcido por el viento.
Entonces comprendo la magia
del silencio, éste, suave,
que corrige mis aspavientos
y me devuelve al detalle
del rizo de tus cabellos...
No sé cuánto te quiero
cuando brota mi fantasía
y te siento una diosa
chispeando luz en las pupilas.
Y tan humana, alegre,
embrujando mis sentidos,
cual diosa breve
alejándome de tu destino.
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