Hay ojos a cada paso,
rostros por las aceras
que me miran diáfanos,
yo también les miro,
son personas anónimas,
lejanas y cercanas al rato
que muestran magna nobleza
al andar como a saltos;
procuro plasmar sus retratos
en mis pupilas azules
y me entretengo cauto
en el rostro de una joven
de aspecto demacrado,
morena... Y delgada de omóplatos
que camina cabizbaja
y aparenta más años:
Será dura su existencia,
pienso, mientras se aleja
con la carga de su vida
a cuestas, como un fantasma;
a veces, la realidad nos deja
con grilletes el poema
y solo podemos suspirar en pena
cuando debería ser el beso
caricia para sus mejillas.
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