Disperso el habla de los sabios
noto el abandono
del cielo
en los márgenes de la ciencia,
brota confuso un desvelo
de intransigente paciencia;
voy a la quietud de los labios
para promover en gota
el consuelo
y desnudar de huesos el osario
de pávida breve existencia.
Busco el futuro,
lejos de rosarios
que catapulten mis quejas;
es más fácil cuidar ovejas
que despotricar contra ideas;
si no tienes hoy
ermita ni santuario
es más fácil tramar peleas
hasta llevarte al mortal sudario
las huellas del entramado paso.
Surge de repente el ocaso,
todo lo que eres muere
en un brutal e incierto
abrazo,
las páginas escritas se borran
quedando insignificantes
pedazos
de la aurora que ter alumbra.
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