Puedo implorar e imploro
a la vida macilenta,
descubrir en ti el tesoro
de una ausencia
agria y lenta
en pos del leve misterio.
Me dejaste vivos los ojos
para ver bien la miseria,
el horizonte del despojo;
aún así te fui fiel
a la fuerza del enojo.
Grande te hice en la histeria,
en la bonanza etérea,
dibuje tu cara perfecta
al amor de una promesa.
Cada vez que te sueño
siento la luz
del ensueño,
aunque me hago pequeño
al descubrir tu belleza.
Y en medio del secreto
busco de tu boca el beso
que haga feliz la historia
propuesta como un reto.
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