Pueblo sumido en la agonía
despierta al arrullo de la aurora,
levántate ahora,
pueblo mío,
levántate de la escarcha
y el rocío,
perla que asombra el camino
en el paso de la historia.
No fuerces voces ni lemas
de enfurecido silencio
bajo las sacudidas del viento;
ve a la palabra
suprema,
figúrate en la vida
de las gentes más sencillas,
haz espacio al lucero
que aparece en el cielo
y conduce al misterio
de las miradas
perdidas.
Que la mirada es lo primero
que abandonamos a la estrella,
y despacio
va con ella
el rostro como un regalo
hecho al soplo de un legado
de flores y otros secretos.
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