MI GATA "BELTZA"

Ahora no, pero tuve una gata negra llamada "beltza", que significa "negra" en euskera. Era una gata mimosa, independiente, que hacía lo que quería. A veces jugar, otras dormir sobre el sofá o asomarse al balcón a contar los perros que pasaban por la plaza. Con mimo te pedía comida y le gustaba ronronear a gusto cuando se encontraba contenta. También la recuerdo dentro de mi habitación, a la hora de dormir; se la conocía, rincón a rincón, la curiosidad se apoderaba de ella y paseaba entre estantes de libros y regalos con sumo cuidado, como temerosa de romper algo, sin apenas ruido. Al dormir, a veces mela encontraba al despertar durmiendo sobre mi pecho, respirando a compás, delicada y tierna. Yo la dejaba estar, no me importunaba, es más, me hacía gracia, tan menuda y pequeña, fuera tan sensible. Cuando daban las 6 de la mañana, siempre a la misma hora, despertaba y se dedicaba a recorrer la habitación hasta que encontraba la puerta entreabierta a propósito para que ella saliese cuando quisiera. Fuera se recorría el piso y al poco reclamaba la comida miando rítmicamente. En verdad, cuánto la hecho de menos, ya no sólo es que me hiciera compañía sino que era una más de la familia. Ni que decir tiene que el primer día que la tuvimos con nosotros, en un descuido de la puerta de entrada abierta, sin darnos cuenta, escapó. La estuve buscando por las escaleras del edificio, arriba y abajo, no podía haber llegado muy lejos, a no ser que alguien la hubiese encontrado y quedado con ella, pero no... En una de mis subidas por las escaleras hasta la puerta de los camarotes me la encontré en un rincón, estaba tranquila, como si no hubiese hecho una travesura. No sin esfuerzo, por el difícil acceso al lugar donde estaba, la cogí con una mano y la bajé hasta mi vivienda. Menudo susto y mal momento que pasé, creí haberla perdido, pero por fortuna era una gatita todavía. Desde entonces no he tenido más mascotas, aunque a veces pienso en adoptar otro gato o algún perro.